domingo, 3 de diciembre de 2017

La hija del inventor

Los viajes y las visitas*

Juan Páez

Una muchacha canta y la aldea despierta con su canto. La canción es Bonjour y la escena pertenece al film animado La bella y la bestia estrenada en 1991. Bella, la hija del inventor, atraviesa el pueblo con un libro en la mano, mientras los otros personajes murmuran al verla pasar.
Hace unos años, en un viaje de Río Gallegos a El Calafate, recordé la canción y la escena; desde entonces, no he dejado de pensar que la literatura es como la hija del inventor, hija de escritoras y escritores a cuyas espaldas se murmura.
En La descomposición del relato, Carlos Chernov sostiene: «Siempre me han gustado las entrevistas a escritores. Son buenas para aprender el oficio y satisfacer la curiosidad». El deseo, la curiosidad y la necesidad de algunos consejos articularon este libro que comencé a desear, sin saberlo, allá por el año 2012 cuando la organización de las IV Jornadas de Estudios Literarios y Lingüísticos de la Universidad Nacional de Jujuy me propuso entrevistar a Angélica Gorodischer a quien, el año anterior, había conocido en Córdoba.
Agradezco a cada escritora y escritor por las entrevistas, los diálogos, el intercambio; por el apoyo, la generosidad y la amistad que este libro también festeja.
Gracias a Teresa Andruetto, Pablo Baca, Silvia Barei, Diana Bellessi, Elena Bossi, Irene Chikiar Bauer, Raúl Dorra, Angélica Gorodischer, Mori Ponsowy, Tununa Mercado, María Negroni, Alberto Tasso, Orlando Van Bredam y a Gigliola Zecchin, y gracias a los profesores del curso de posgrado internacional Escritura: creatividad humana y comunicación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales  (FLACSO - Argentina) por los aportes y las enseñanzas.
  
Raúl Dorra**

La escritura tiene una dimensión sensible que no se puede ignorar


El hijo pródigo es uno de los cuentos que integra Aquí en este destierro, editado por la B. P. Constancio C.Vigil. En 1994, publicó Profeta sin honra donde propone una lectura de los cuatro evangelios. ¿Cómo surge ese interés por los textos bíblicos?

Raúl Dorra: Ese interés tiene dos causas: una intelectual y la otra más bien personal. Creo que para ubicarse un poco en la tradición de la cultura occidental es imprescindible tener una visión de, al menos, las dos mayores fuentes de las que se nutre: la tradición grecolatina y la judeocristiana. En cuanto a lo que señalé como una causa personal, pero que en realidad sobrepasa ampliamente mi persona, diré que es la necesidad de comprender la vida afectiva y el papel que esa tradición juega en nuestra cultura. En particular, el cristianismo es una exploración de la subjetividad, una promoción de la vida interior del sujeto, de cada hombre considerado como individuo. Seguramente ocurre porque el cristianismo está asentado sobre un sacudimiento emocional, una quiebra. Acaso su novedad más trascendente sea el hecho de que permite conocer la emoción desde la emoción misma. Eso –la dimensión emocional del sujeto- me ha interesado pensar y vivir con los ojos abiertos. Creo que Profeta sin honra lo muestra bien, al menos eso me propuse.

En el año 1981, salió a la luz La canción de Eleonora cuya reescritura se editó en 2002 con el sello Alción (Córdoba). ¿Cuáles fueron los motivos que lo llevaron a modificar la novela?

Raúl Dorra: Supongo que cuando se modifica una novela o cualquier otro libro escrito por el deseo de escribirlo, no debe haber otro motivo que la insatisfacción. Eso fue. La modificación fue cuantiosa. Ahora esa novela me parece mejor pero sigo insatisfecho. Y creo que para esto probablemente no haya cura. La novela seguirá reclamando que vuelva sobre ella.

En La casa y el caracol afirma: «el cuerpo expulsa la voz, la cual a su vez toca a otros cuerpos». Justamente La canción de Eleonora acaricia al lector con sus primeras palabras. ¿Qué lugar ocupa el cuerpo en sus escritos literarios?

Raúl Dorra: No sólo en mis escritos literarios sino en todos mis escritos el cuerpo está presente. La escritura tiene una dimensión sensible que no se puede ignorar. Está la voz que nos llega a través de las grafías, y las grafías mismas, su disposición en la página. Esa voz trae la presencia del sujeto de la enunciación, un modo de ver el mundo, un estilo, un modo de respirar. Todo escritor trabaja la escritura como una materia que debe cobrar su propia forma. Creo que el que no siente que las palabras tienen peso, densidad, cromatismo, no puede ser un escritor. Creo que un escritor empieza a serlo a partir de un tipo específico de sensibilidad, que es la sensibilidad verbal. El tono, el ritmo, la cadencia, la velocidad de las frases es primordial en el oficio del escritor, pues escribe con el oído, un oído táctil. Pero hay también un ritmo de la escritura conceptual o científica porque el pensamiento necesita ser modelado, tomar una forma. En esta modalidad de escritura no siempre la forma termina de cuajar porque el que escribe suele pensar que su tarea es sólo trasmitir información como si la escritura fuera transparente o neutral. No siente el llamado de la forma o lo siente de manera difusa. Pero la escritura, para serlo, para llegar a ser escritura, necesita de la forma y eso es siempre conflictivo. En suma; el cuerpo, lo sensible, está siempre ahí, buscando su lugar.

Luego de leer Hablar de literatura, Con el afán de la página, Sobre palabras, La casa y el caracol, entre otros, descubro una voz amable y un modo poético en su decir/escribir. ¿Cree que hay diferencias entre la escritura académica y la creación literaria?

Raúl Dorra: Esa es la cuestión. ¿Hay una escritura puramente sensible y otra puramente inteligible? ¿Existe una diferencia profunda, obligatoria, entre la literatura científica o académica y la literatura llamada de creación, digamos artística? Yo siempre he sentido que no y he apostado a mostrar que no. O tal vez debería decir que me vi obligado a hacer de la necesidad una virtud pues yo nunca puedo escribir un texto sin sentir que estoy tratando con una materia sensible. Tampoco puedo escribir un texto literario despojado de coherencia intelectual. Profundamente siento que lo sensible y lo inteligible necesitan reunirse y el resultado está en mis escritos con independencia del género. Creo que eso se ve con especial énfasis en La casa y el caracol, donde he tenido que sostener largamente, y con un máximo rigor, ese íntimo diálogo. El libro fue traducido al francés y demandó por ello a los traductores un esfuerzo especial en el que yo colaboré gustosamente.
Pero agrego que yo no soy el primero en reunir, o intentar reunir conscientemente, estos dos aspectos de la escritura. Tengo ilustres antecesores.

Comparto un fragmento de La tierra del profeta: «Comenzó a descender y siguió hasta que las voces de los hombres terminaron de alejarse. Cuando, un poco más tarde, a sus espaldas no quedaba sino el aire, sintió la necesidad de detener su cabalgadura y de cerrar los ojos para escuchar, ahora, el sonido de su propia respiración». ¿Cómo fue el proceso de escritura de esta novela?

Raúl Dorra: Es algo interesante. Para escribir Profeta sin honra tuve que estudiar mucho no sólo los textos evangélicos sino todo lo relacionado con el judaísmo en tiempo de Jesús, incluidas las formas de vida. Vi también imágenes que tratan de reconstruir el ambiente familiar. De modo que cuando terminé de escribir ese libro, encontré que había necesitado desechar todo un aspecto de la información que tenía. Sentí que debía hacer algo con ese material tan vivo. Yo me imaginaba ambientes, atmósferas, lugares, comidas, caminos, en fin, la vida social y espiritual de la gente. Imaginaba la comunicación oral. Es que los evangelios y muchos otros textos bíblicos dejan ver bastante bien ese mundo de oralidad; al menos en la traducción de Cipriano de Valera, que es la que se lee con más agrado. Así que fui dejándome seducir por la idea de escribir una novela con todo ese material. Me gustó mucho hacerlo. Bosquejar aquel mundo que yo imaginaba. Esa reconstrucción de la vida cotidiana, ese intento de reconstrucción no pasa de ser, claro, una fantasía construida literariamente; pero creo que también pude aprovechar aquella novela para proponer una hipótesis sobre los orígenes de aquel movimiento que tomó el nombre de cristianismo.


* Páez, Juan (2017) La hija del inventor (Prólogo) San Salvador de Jujuy: Apóstrofe ediciones. 
** Fragmento de la entrevista a Raúl Dorra. 

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