domingo, 27 de agosto de 2017

Los archivos de la voz

“Absorbe experiencia, exhala poesía”
Muriel Rukeyser




Las palabras se asoman e interrumpen esta noche mientras corro por las calles donde solíamos caminar. Recuerdo que dentro de poco se cumplirán dos años de aquella mañana de octubre que aún no se termina. En las fronteras de un territorio ajeno, pienso en tus huellas y entonces la memoria se me revela como una ciudad que intento reconstruir con piezas imposibles. Con las melodías de un sueño fragmentado levanto una trinchera que me proteja de los golpes y las embestidas. Cuando corro, mis ojos abandonan la profundidad de los pensamientos y se aferran a la calidez de la infancia. Acompasadas con el ritmo respiratorio, las voces que provienen del futuro advierten sobre el alba de los tiempos. Pienso en lo mínimo: en la imagen de tu mano acariciando la mía, en un atardecer que se duerme o en el llanto mudo de los árboles. Entre planos y cartas de navegación, por momentos, tu voz se descompagina. En el cielo que supimos edificar, una mezcla de colores y formas geométricas desmontan este teatro de la nostalgia. La falta de aire produce imágenes que obligan a detenerme. Camino a casa, moviendo el cuello, los brazos, secando el sudor y las lágrimas. En esa deriva del pensamiento, ensordece el chillido de las aves que no cesa. Alguien fagocita la luz. Con las zapatillas en la mano, avanzo a tientas por la oscuridad del departamento. Esa opacidad, que es también el silencio, de pronto se quiebra con los rayos de luz que se desprenden de las escamas de los peces multicolores que nadan en mi cama e iluminan las heridas del océano*

© Juan Páez. azulunala (Ushuaia, 2016)

















* Páez, Juan. Inédito. 

domingo, 20 de agosto de 2017

Nota de voz

“creaba de una manera que ni soñamos”
Patti Smith



Los hechos transcurren en un glaciar cerúleo cuyo fondo musical es un himno que narra la trágica muerte de un unicornio. Aquella mezcla de lamento, tiempo y felicidad estructuran un extenso poema épico en el cual no hay batallas ni guerras ni héroes. Ya en el tren, miro cómo las imágenes del paisaje se pliegan unas sobre otras, una superposición similar al fuelle de un acordeón. Al entrar, descubro que la casa posee escaleras que se mueven en direcciones diferentes, articulando habitaciones de pisos incomparables. Ahora, el caballo blanco atraviesa el sueño. Su cuerpo hecho figura evita los muebles que interrumpen con sus murmullos la sinfonía nocturna del sol. Recostado en una habitación con mar, un caballo espera a que llegue. Luego cabalgo libre por el pasillo principal de la casa, descubriendo cómo la hierba y los árboles transforman la textura del aire en sonidos agridulces. Al salir de la casa, el campo se abre libre de palabras y convierte la experiencia en otra estrategia para respirar. En el pulmón del acordeón, en esa diminuta orquesta, las voces del sonido reconstruyen ese otro campo sin lenguaje que ha sido la infancia.*

   
© Juan Páez. La casa (Corrientes, 2017)

















* Páez, Juan. "Nota de voz". En: Sumplemento Cronopio, Diario La mañana. Formosa. 20/08/2017. Pág. 7.