domingo, 31 de mayo de 2015

La alegría hecha ritmo, el grupo Diableros Jujeños.



“Pastillas de amnesia, doctor, dónde venden.”


© Diableros Jujeños.




El grupo Diableros Jujeños se caracteriza por la frescura de sus melodías. Conformado por jóvenes entusiastas, estos músicos han sabido imponer una marca distintiva que los diferencia de los otros grupos. Su ritmo alegre y festivo les permitió recorrer diversos escenarios, compartiéndolo con grandes exponentes musicales del país y del exterior. En la actualidad, el grupo está integrado por Santiago Cucchiaro, José López, Javier Pérez. Desde San Salvador de Jujuy, Diego Beguier, manager del grupo, nos brindó la entrevista que compartimos a continuación.

Juan Páez: ¿Cómo surge el grupo Diableros jujeños?

Diego Beguier: Diableros Jujeños es un grupo de chicos quienes, desde muy pequeños, aprendieron sobre música para hoy poder dedicarle un lugar importante en sus vidas. En el norte de la Argentina, la cultura, la música y el carnaval se viven desde una edad muy temprana. En Jujuy, por ejemplo, uno puede aprender a tocar instrumentos de vientos, guitarra y charango en los talleres que ya están incorporados en las escuelas, o bien, elegir alguno de los que se dictan por fuera de ella y formarse allí, es decir, estos chicos han preferido la música antes que cualquier otra actividad. Allá por el año 2010, el destino cruzó a Santiago, Javier y José Luis quienes dieron inicio a este proyecto.

JP: ¿A qué se debe el nombre? ¿De dónde nace?

DB: El nombre del grupo alude al diablo del carnaval, ya que este es un símbolo típico de, tal vez, la celebración más importante que tenemos en el Norte Argentino. Es el diablo de la alegría y la algarabía, una imagen muy presente desde que somos chicos e identifica mucho a la tradición de todos los jujeños

JP: ¿En el transcurso, hubo modificaciones en sus integrantes? ¿Actualmente, cómo está conformado?
© Diableros Jujeños.


DB: Sí las hubo. Algunos integrantes, como habían empezado desde chicos con esta aventura de la música, no habían terminado la escuela secundaria pero, una vez concluida, decidieron seguir otros caminos; este fue el caso de Emiliano Sierra (batería) y de Maxi Martínez. Este último hoy sigue una carrera como futbolista profesional, o incluso Sebastian Gilardi, quien se encuentra en Buenos Aires. Todos estos integrantes son de la primera formación de Diableros Jujeños, luego se uniría, por muchos años y hasta hace muy poco, Federico Reyna quien, hoy por hoy, decidió emprender otros proyectos personales. Fede Reyna, en su momento, estuvo como reemplazo de Gilardi.
      Actualmente, el grupo está formado por José Luis López (guitarra  y voz), Javier Pérez (Charango, Vientos) y Santiago Cucchiaro (Vientos), además, una banda y un staff de 10 personas, entre ellos, técnicos, asistentes y manager.

JP: El grupo compartió escenario con importantes artistas nacionales e internacional. Entre otros, Los Kjarkas, Los Tekis, Abel Pintos, Los Nocheros, Jorge Rojas, Los Huayra, El Chaqueño Palavecino. ¿Recordás alguna presentación que haya sido significativa para el grupo?
© Diableros Jujeños.


DB: Una de las primeras grandes experiencias la vivimos en la capital de Jujuy cuando, en una producción propia, contamos con Abel Pintos como número central y nosotros como teloneros; en esa oportunidad, asistieron más de 3.000 persona. A ello, podemos sumarle la experiencia de la peña que organizamos para carnaval en Humahuaca y que contó con la asistencia de más de 6.000 personas. No obstante, los escenarios más importantes que pisamos, sin dudas, son los de Cosquín (2013, 2015) y Jesús María (2015). Otro hecho significativo para el grupo fue el premio Revelación del Festival Nacional de Jineteada de Diamante en Entre Ríos (2013).

JP: En el repertorio del grupo, nos encontramos con distintos ritmos ¿Cómo definirías el género musical del grupo? 

DB: El género sería folclore andino, aunque con fusiones de distintos ritmos como el pop, reggae, cumbias. Tratamos siempre de innovar en los ritmos y no cerrarnos a ningún estilo musical.

JP: En 2012, grabaron el primer trabajo discográfico y contó con invitados importantes
© Diableros Jujeños.
¿Cómo vivieron esta experiencia?

DB: Al ser el primer disco que grabábamos en un estudio fue una gran experiencia. Estuvimos acompañados y asesorados por grandes músicos tales como Tony Izkierdo, Raúl Lavadenz, Darío Pacheco y muchos otros que nos acompañaron, de una u otra forma, en el proyecto del disco.

JP: ¿Cómo los recibe el público de otras provincias? ¿Han visitado la zona del Litoral? ¿Tienen pensado pasar, en algún momento, por Formosa?

DB: Siempre es una gran sorpresa sentir el cariño de la gente, sobre todo, en aquellos lugares que nunca pensamos que llegaríamos haciendo esto que tanto nos gusta y que es compartir nuestra música. Como te mencionaba antes, nos toco estar en la zona del litoral cuando visitamos Diamante en el Festival de la Jineteada, fue una hermosa experiencia. La gente y los organizadores nos trataron muy bien. Todavía no tuvimos la oportunidad de llevar nuestra música a Formosa, pero sí está en nuestros planes hacerlo en un corto plazo, esperamos que sea muy pronto.


Entrevista publicada en la Sección Cultural del diario La Mañana - Formosa. Año: LIII Fecha: 17 de mayo de 2015. Pág. 6.





A continuación, comparto un video del grupo:

jueves, 28 de mayo de 2015

Qué desolación.

                                                                                                    "La sangre no es agua"
                                                                                                     Proverbio croata


La Alicia la trae a la Maruja, la Maruja la trae a la Irene, después la mamá me dice: "Acompañala". Sayate es toda una historia. Sayate… llego con las cosas y no fui sola, fui con otra amiga, con Marta, ella también quería trabajar y me acompaña. Primero llegamos a Abra Pampa y teníamos que buscar cómo llegar a la escuela que nos habían designado. Llegamos en un camión, un tierral. Llegamos a la escuela y vemos que, vemos que era una choza. Resulta que entramos a la escuela semejante agujero en el techo y le digo a la persona que nos abrió la escuela “si llueve, nosotras estamos mirando el cielo desde aquí” le digo y entonces me dicen justo unos padres que se habían acercado, me dicen “bueno señorita si usted no se anima a vivir acá entonces tenemos la otra escuela que está en construcción. No sé, serían casi diez kilómetros para atrás”. Estaba sola la escuela. El edificio estaba solo, no había ni una casa alrededor, la más cerca estaba a tres kilómetros. Era una pieza chica y una sala larga, pero no tenía ni ventana de vidrio, o sea, le faltaban los vidrios, techo de chapa, piso de cemento y todo el material ahí adentro y bueno, nos teníamos que hacer cargo del lugar. Y estábamos las dos, un tierral y un pedregal y los pozos donde podíamos tomar agua estaban llenos de sapos y ratones. Así que entonces la Irene, que tenía el auto, nos llevaba los bidones y nos tenía que durar toda la semana.
        Me acuerdo que los primeros días no había dónde comprar pan. Y venimos y justo nos quedamos sin pan, entonces, como no conocíamos nada le digo mirá Marta vamos a tener que hacer pan. Le digo yo hago la tortilla si vos te animas, bueno dice ella, y resulta que como no conocíamos nada, tratábamos de cortar la tola. Cortar la tola, ¡Cortar la tola! No podíamos arrancar ni un pedacito de tola para nada, también semejante planta verde, es que es imposible cortar la tola cuando es verde. Así que bueno, a buscar ramitas. Encuentro un poco. Digo con esto ya va a hacer un poco de braza. No terminábamos de poner nosotras, encendíamos el fuego, no terminábamos de poner que ya se apagaban; la tortilla, negra. No se había cocinado nada. Negra y adentro toda cruda. Y nos matábamos de risa. Mirá Marta, le digo, me parece que no vamos a comer ni la tortilla. Después la Irene me dio un pequeño calentorcito que funcionaba con alcohol. Te imaginas: poníamos a las dos de la tarde el jarro con agua y hervía a las cinco. Y bueno… tomábamos el té así.
      Una radio nos acompañaba. La pieza donde dormíamos nosotras era dormitorio, comedor y todo. Frente a la pieza estaba el mástil. Y para mejor esas tormentas con descargas eléctricas. Muertas de miedo las dos porque el mástil terminaba en punta y yo me acuerdo que siempre caían los rayos. La mamá decía “hay que cubrir todos los espejo”, acostumbrada de la casa, cubría espejo y espejito. Encima tenía una campana pegada ahí en la puerta; en la parte de afuera de la pieza, una semejante campana de acero que había donado la Mina “El Aguilar”. Digo mirá Marta, con esta descarga, cualquier día va caer un rayo, bajemos la campana, así que hemos bajado la campana. ¿Y qué? Teníamos terror, como estaba rodeada de cerro, los rayos cada dos por tres caían porque decían que esos cerros tenían mineral. El fin de semana no había en qué volver al pueblo, estábamos desesperadas porque nos quedamos sin pan, sin agua, sin nada. Salíamos al empalme que era a tres kilómetros y veíamos porque como que venía un vehículo, nos decía la gente, y salíamos al empalme apuradas y resulta que no pasaba nada, era solo un remolino así que a veces adentro de nuevo.
         No…No había nada en ese lugar. Ya después conocimos una maestra de Agua Chica que era frente a frente y bueno el padre iba a buscarla y ahí hemos tratado de comunicarnos para poder viajar hasta Abra Pampa y volver de nuevo, pero a veces la chica no iba. Me dice la Irene “entonces cuando vos quieras salir, haceme señas con los espejitos”. Desde nuestra escuela se veía el techo de la escuela de ella, de Miraflores, aunque parecía cerquita, estaba lejos. Nos espejeamos, decíamos, pero ella parece que a veces no veía ni el espejo, es que la gente del norte se sabía espejear, se mandaban el mensaje con el espejo que era una seña. Un día que la chica no fue, la Irene ni mira del espejo, y ya eran las cinco de la tarde y le digo a la Marta, bueno Marta vamos a la escuela de la Irene, llevemos esto nomás, unas cuantas cosas: hemos caminado las cinco, las seis, las siete y no llegábamos a la escuela de la Irene, cuando llegamos a la escuela de la Irene, la Irene ya se había ido en el último camión que pasaba por esa ruta.
          Resulta que llegamos allá y la escuela, cerrada. La Irene, ausente, pero gracias a Dios había dejado la puerta abierta de un comedor que estaba en construcción, así que la señora que vio que llegábamos ahí, Doña Fortunata Ramos, nos hospedó. Hemos hecho la cama de chapa y hemos puesto ahí una colcha que nos prestó. Nos hemos muerto de frío con la Marta porque te imaginás ahí la temperatura es ¿cuánto? 15 grados bajo cero, 10 grados bajo cero. No podíamos pegar un ojo, no había ni fuego, todo se había dejado con llave. Entonces al otro día más que volando, nos levantamos a tomar sol y resulta que no venía nadie que nos pudiera acercar porque el sábado no había vehículo que trajera comida. Así que rezando, lo que nosotras siempre hemos heredado de la mamá es que siempre estamos pidiendo al Señor que nos acompañe, que nos ayude, todo eso… Y justo llegó cerca de la escuela un vehículo, parece que la señora había pedido que vayan para retirar no sé qué, creo que las cosas de ella, así que ahí lo hablamos al señor y nos llevó hasta Abra Pampa, pero ya era el sábado. Casi a las dos de la tarde llegábamos y teníamos que volver el domingo. No disfrutábamos nada casi.

© Juan Páez
El domingo era otra historia para el lunes porque no arrancaba el vehículo. A veces había que empujar y claro, a veces exponernos un poco porque bueno había que ver a alguien que vaya por la 40 que era muy poco transitable, menos que la ruta que iba por Miraflores, que va a Casabindo. Una vez hablando dicen que los de Agua Potable iban por ese lado y bueno le digo Marta vamos a hablar a Agua Potable que si nos pueden llevar. “Bueno” nos dicen "nosotros podemos llevarlas pero hasta el primer cerro nomás." Y bueno sólo hasta el primer cerro. Llevábamos el agua, llevábamos los libros de la escuela porque era la primera vez que me hacía cargo de la Dirección, llevábamos la comida y la garrafita de tres kilos para hacer un té y todas esas cosas. Nos dejan ahí, en el primer cerro, y de ahí mirábamos nosotros la escuela. Le digo mirá Marta no te hagas problemas que allá está la escuela nuestra. Mirá se veía una cosita así, chiquitita, pero le digo ya es la escuela así que hagamos la cortada por acá. Hemos hecho la cortada y eran las diez, eran las once, eran las doce, eran la una, las dos, las tres, las cuatro… a las cinco hemos llegado. Caminando con una sed terrible, veo una casa y le digo bueno en aquella casa por lo menos nos van a convidar agua. No había nadie; en la otra casa tampoco. La gente se va cambiando de lugar de acuerdo al momento que debían pastorear a sus ovejas. Llegamos a la escuela ni la portera, ni los chicos, ni nada… así que… qué desolación.

viernes, 1 de mayo de 2015

En las calles de París: Ayons l’élégance d’aider ceux qui n’ont rien.

Lucía Iglesias estuvo caminando por su ciudad, París, y comparte con nosotros algunas postales de una campaña lanzada en "La Ciudad Luz". La solidaridad es un modo de ser que, sin dudas, nunca debe pasar de moda.


© 2015. Lucía Iglesias



















© 2015. Lucía Iglesias