sábado, 25 de enero de 2014

Entrevista a Pablo Baca


Ese claroscuro que todo lo inunda.


Foto: Juan Páez
Sobre el entrevistado: Pablo Baca nació en San Salvador de Jujuy en 1958. Es abogado y actualmente ejerce el cargo de diputado en la Legislatura de Jujuy. En 1983 ganó el Premio Bienal a la Producción Intelectual “Ricardo Jaime Freire” que otorga la Dirección de Cultura de la Provincia de Tucumán, con un jurado integrado por Cristina Piña, Jorge Vocos Lescano y Federico Peltzer. En 1987, obtuvo el Primer Premio en el Concurso de Poesía organizado por el Banco de Acción Social, con un jurado integrado por Néstor Groppa, Mario Busignani y Jorge Albarracín. Publicó Cuentos de la mujer y el solitario (poesía), Habitante del tiempo (novela), No esperar nada más de las estrellas (cuentos), He visto vivir (poesía), Al lado de clara que duerme (novela), Un relato ausente (poesía) y Escenas de la noche y el amanecer (cuentos). Fue incluido en diferentes antologías, por ejemplo, Microrrelatos en Jujuy. Ha publicado textos literarios y ensayos sobre temas políticos, jurídicos y culturales en diarios, revistas y libros.  



Revista Cultural Intravenosa - Jujuy
La producción literaria de Pablo Baca podría definirse por ese claroscuro que todo lo tiñe. Dicho contraste deja abierta la posibilidad de reflexionar acerca de las clasificaciones heredadas y de las oportunidades, que brinda la creación, para huir de esos moldes. El claroscuro, en este sentido, no se limita a la idea de una imagen difusa, sino que es más amplio y atiende a una cuestión de género literario: una narrativa que se poetiza y poemas que adquieren un carácter narrativo potencian un estilo signado por el desdoblamiento. Y es cuando el eco de una forma o el sabor de una melodía nos brindan, por breves momentos, un terreno firme donde ubicarnos y resistir a tanto movimiento. Estos textos, que se ubican a medio camino entre una luz absoluta y una profunda oscuridad, permiten interrogarnos acerca de las fronteras de un mundo donde todo acontece. Esta escritura, hecha de márgenes imprecisos, es habitada por una voz que avanza a paso lento, pero sin temor. Una voz que asienta la hierba, despeja el sendero y avanza, junto al lector, hasta llegar a esa otra orilla. En los textos de Baca, encontramos una mirada aguda y sensible que recupera los detalles con suma precisión y se los brinda al lector convertidos en escenas resguardadas tras la forma de un poema, un cuento o una novela. En suma, el claroscuro es una constante en la producción literaria de este autor: un elemento distintivo, una marca, que nos recuerda que siempre es posible iluminar un recuerdo hasta reconstruirlo –casi– por completo.  

Juan Páez: ¿Cómo empezó tu carrera literaria? ¿Cómo se da el diálogo entre el abogado y el escritor?

Pablo Baca: No creo que se pueda hablar de una “carrera literaria”. Lo que tengo es la voluntad de empezar algunos textos, que, a veces, da también lugar a una voluntad de terminarlos. Como si la imagen que había entrevisto al empezar hubiera luego durado y encontrado una historia y sus palabras. Y tengo también las lecturas de algunos amigos que me dan mucha alegría porque confirman un diálogo comprometido con la belleza. Y digo belleza a falta de algo mejor. Tal vez con una reminiscencia de Heidegger, como irrupción de la verdad, pero tampoco precisamente así porque sé que no se trata estrictamente de la verdad. Al menos no de la verdad como luz. Un diálogo, en todo caso, comprometido con la oscuridad. Y uso oscuridad como ha sido escrito en una tablilla de barro sumeria que se exhibe en el Museo Británico. Alguien, en esa tablilla, se dirigía a una diosa: la Diosa de la Oscuridad. Me maravilló el texto. Ahí se denominaba oscuridad –y no luz– a ese misterio en que consiste la existencia y la muerte y todo lo que somos. ¿Y cómo empezó este diálogo comprometido con la oscuridad, la escritura? En la adolescencia, por lo que recuerdo, leyendo historias de ciencia ficción. La historia en particular de alguien que avanza caminando por un lago en un planeta lejano y ve el rostro de una mujer mirándolo desde abajo del agua. Leí eso, no lo escribí. Pero después escribí la historia de un hombre que se iba vaciando, que inexorablemente tenía que ver con eso que había leído antes. Y por último, no hay ningún problema en el diálogo entre el abogado y el escritor o –ahora con más propiedad– entre el diputado y el escritor. Y dialogan bastante. Hay alguien que habita el mundo y participa de relaciones y reuniones, y otro que en ese recorrido se mantiene mudo y se va cargando de oscuridad –para seguir con la imagen–  y que en algún momento, más tarde o más temprano, quiere decir algo.

[Continúa]

Publicada en Revista Cultural Intravenosa n° 14. Jujuy-