lunes, 18 de agosto de 2014

"Te lo juro por Balá" de Roxana Cor



Hoy desayuna con nosotros, Roxana Cor y su cuento: 

                                                             Te lo juro por Balá[1]
Le prometí a Clarita que iba a guardar su secreto. Ella confiaba en que haría mi mayor esfuerzo y no la podía defraudar. Yo estaba segura de que cuando la señorita Mirta me llamara, tendría que pensar en otra cosa para resistir la enorme tentación de hablar. No me importaba porque con tal de evitar el impulso de abrir la boca estaba decidida todo: a pellizcarme el brazo, a apretar bien los dientes o lo que se me ocurriera en el momento.

-- Silvita, mi cielo, acercáte. ¿Vos sos amiguita de Clara, no?

Nunca soporté la voz chillona de la señorita Mirta. Si supiera qué fastidio me da cuando nos habla como si fuéramos nenes de jardín de infantes. Y yo ya no tengo cuatro años. Tengo el doble: dos por cuatro es ocho. Ocho. La tabla lo dice bien clarito. Además, ¿qué clase de pregunta es esa? Por supuesto que soy amiga de Clarita. Soy su mejor amiga. Es más, soy su única amiga en toda la faz de la tierra y sus alrededores. Conozco absolutamente todo de ella. Tendría tanto para contar pero.

Silvita sólo asintió con la cabeza y presionó un labio contra otro para asegurarse de no emitir sonido.

-- Silvita, corazón, sabés que Clarita hoy no vino a la escuela. Sucede que desde el viernes a la noche no la encuentran por ninguna parte. Su papá la está buscando pero no tiene ninguna novedad hasta ahora. ¿A vos te comentó algo o notaste alguna actitud fuera de lo común?

Silvita la miró fijamente y en silencio desde su silla, con los brazos cruzados, tan inmóvil y  concentrada como cuando jugaba a ser estatua.

            -- A ver, mi vida, ¿qué es lo que te pasa que no hablás? ¿Te comieron la lengua los ratones?

Definitivamente creo que la señorita Mirta se volvió loca o es tonta. ¿Cómo me va a preguntar semejante barbaridad? Los ratones no comen lenguas. Todo el mundo sabe eso. A lo sumo, viene alguno de vez en cuando y se lleva un diente pero, a cambio, te deja un montón de plata debajo de la almohada. El mes pasado encontré un billete marrón y lo guardé. Cuando se me caigan más dientes y ahorre lo suficiente, me voy a comprar el disco de Carlitos Balá. Y, si me sobra un poco, la careta también. Qué rara es la señorita Mirta. Nunca antes me había llamado corazón, mi cielo y mucho menos mi vida. Jamás. Lo puedo jurar por Balá. Ni siquiera me deja tocar la campana aunque se lo haya pedido más de diez veces. A Clarita, tampoco. En cambio, a Cecilia, siempre. Cecilia toca la campana; Cecilia borra el pizarrón; Cecilia va a la bandera. Nosotras, nunca. Sólo nos reta: "A ver, en el fondo, esas dos charlatanas, presten atención que estoy explicando un tema nuevo". Clarita no es charlatana. La que habla mucho soy yo. Mi mamá me dice que hablo hasta por los codos. En realidad, Clarita prácticamente no dice nada. Apenas contesta con un "sí" o "no" y, a veces, se ríe de cualquier payasada que hago: Che, Clarita, ¿qué gusto tiene la sal? ¿Estás muda o no sabés? Me tenés que responder "salada". La sal es salada.  ¿Entendés el chiste? ¿Vos no ves el show de Carlitos Balá?

A mí me encanta hacerle bromas porque ella no se ríe mucho que digamos. Es más, Clarita siempre está distraída. A veces se queda con la mirada perdida, como si estuviera lejos, muy lejos y hasta se duerme en clase. Yo no sé en qué piensa pero piensa demasiado.

"A ver, Clarita, ya que estás tan conversadora: tres por cuatro es igual a?" Todos se dieron vuelta para mirarla pero se quedó paralizada. "Doce", contesté yo, en un acto de arrojo, como cuando el Sargento Cabral se tiró del cabello y salvó al General San Martín. La maestra nos miró seriamente: "Hay que estudiar más las tablas." Y entonces nos quedamos sin recreo. Qué bronca.

-- A ver, querida, si todo el tiempo te la pasás hablando como un lorito, ¿por qué justamente hoy no decís nada? Silvita, si no me contás lo que sabés, no va a quedar más remedio que ponerte en penitencia, como la vez pasada. Me imagino que no querrás eso de nuevo, no?

Para ser sincera, como Clarita ya no estaba, me daba exactamente igual salir al patio o quedarme en el salón. Y si la señorita Mirta decidía dejarme después de hora, también porque todo cambió. Nada es como antes, cuando salíamos de la escuela corriendo como dos locas: te juego una carrera hasta el kiosco de Don Francisco. Preparadas, listas ¡ya! ¡Clarita, sos la campeona de todo el universo y sus alrededores. Tenemos que festejar la victoria: ¿Querés venir a tomar la leche a mi casa? Mi mamá preparó un dulce de higos que está para chuparse los dedos.

No terminé de decir la frase cuando bajó la mirada y me dijo, tajante: "No me dejan ir a ninguna casa. Mi papá no quiere". No le contamos y listo, Clarita. Tu papá llega a la noche y tu abuela, pobre, ni se da cuenta de nada. ¿No te animás? No importa. Todo tiene solución: mañana voy yo a tu casa. Hagamos un gestito de idea como Carlitos Balá. ¿Por qué me mirás con esa cara, como si yo fuera un extraterrestre? Ah, cierto, ya me acordé, vos no ves ese programa. Un día de estos te enseño la canción. No sabés lo que te perdés, Clarita. Se pasa volando el tiempo con Balá. Otras veces, no, es lento y pesado, como en la clase de matemática. Qué aburrimiento. Por fin: campana de salida.

Vayamos saltando en un pie y sin pisar las uniones de las baldosas. No hagas trampa, Clarita. ¿Acá vivís? Es linda tu casa. Me gustan las hortensias. Qué bueno que llegamos justo para ver tu serie favorita, Clarita. A mí también me gusta Mi bella genio aunque no me rio tanto como cuando miro a Carlitos Balá. Me encanta la ropa de la protagonista, con ese traje de odalisca y esos zapatos hermosos con la punta para arriba. ¿Serán cómodos? Y ese pelo tan rubio y tan largo. Yo quisiera tenerlo así. ¿A vos qué es lo que más te gusta de Jenny, Clarita?

Pensó unos segundos la respuesta, con la misma mirada perdida de siempre: Lo que más me gusta de Jenny es que se vuelve chiquita y se esconde en su lámpara mágica.  Qué lindo debe ser desaparecer del mundo. Ahí adentro nadie la molesta, nadie puede alcanzarla, ni tocarla ni hacerle cosas. Es tan feo eso.

¿Cosas? ¿Qué cosas? ¿De qué estás hablando, Clarita?

Levantó la cabeza y me miró como nunca antes lo había hecho, con los ojos entrecerrados y fuego de la mirada: Cosas son cosas, nena. ¿A vos nunca te pasó? ¿Tu papá no te hizo cosas?

El otro día me hizo una repisa de madera pero le salió toda torcida, pobre, le dije.

Vos sos una boba, nena, me gritó y se enojó pero no entendí por qué. Inmediatamente, se puso a llorar y a temblar y me desesperé. No te pongas así, Clarita. Juguemos a que yo soy la  Mujer Biónica y vos sos Jenny. Vos no entendés nada, respondió entre sollozos. No quiero jugar más. Además no tenemos lámpara mágica. Andáte.

Hasta el día de hoy no sé de que cosas me hablaba Clarita pero no debían ser muy buenas, eso seguro. Intenté preguntarle a mi mamá pero no me animé, por las dudas.

Me costó tanto dormir esa noche. No soportaba ver tan triste a Clarita y mucho menos que estuviera enojada conmigo.

Por suerte, me desperté contenta y hasta optimista porque se me había ocurrido una idea maravillosa para que nunca más volviera a sentirse tan angustiada. Yo no lo iba a permitir.

Fui hacia el aparador del comedor y busqué algo que sirviera para concretar mi propósito. En el fondo del mueble vi una tetera de plata brillante, que jamás usábamos. Era redondeada, con la tapa repujada y un pico largo y elegante. Al descubrirla, me sentí como Alí Babá en la cueva misteriosa. Di un salto de alegría y me fui tan eufórica a la escuela que llegué más temprano que de costumbre. Cuando Clarita llegó, abrí la mochila para enseñarle mi tesoro y le murmuré al oído: “Ya encontré una lámpara mágica, Clarita.” Apenas le revelé el secreto, se le iluminó la mirada. Todavía hoy me acuerdo de su gesto porque era la primera vez que advertía esperanza en  sus ojos.

Ansiosas, esperamos que el tiempo pasara rápido y llegara la hora de salida. No hubo mayor felicidad que cuando dieron las cinco de la tarde de ese viernes. Salimos rápidamente, sin carreras ni saltos en un pie ni distracciones de ninguna clase.

Al llegar, tomamos la leche en un minuto y devoramos las galletitas casi sin masticar. Vimos Mi bella de genio y apenas terminó el capítulo busqué mi bolso y saqué la tetera. La apoyé sobre la mesa y Clarita se sentó frente a ella. La observó durante largo rato y mientras tanto yo no sabía qué hacer. Es hermosa, casi igual a la lámpara de Jenny, comentó después de un largo silencio. Qué lindo sería volverse chiquita como ella. Se quedó pensando, mirándola.

Después se paró de pronto, como si un resorte la hubiera expulsado de la silla y me pidió que le desabotonara el guardapolvo. 

¿Por qué ponés la tetera en el piso, Clarita? Si se raya,  mi mamá me va a matar. ¿Por qué le sacas la tapa? ¿Qué vas a hacer? Clarita se quitó los zapatos y las medias.  

Clarita levantó el pie derecho, lo arqueó lo más que pudo y comenzó a meter la punta de los dedos dentro de la tetera. Trabajosamente y con esa perseverancia que nace de la desesperación y del hartazgo, logró pasar el talón, el tobillo. Y luego el otro pie y las rodillas y las piernas y el torso y los brazos y la cabeza, hasta que desapareció por completo.

Volvé a ponerle la tapa, gritó desde el interior de la tetera. Yo no atinaba a nada hasta que volvió a pedírmelo con urgencia. La tapé, alcé nuestra lámpara mágica y la puse sobre la mesa. Cerré un ojo y con el otro miré por el pico: ¿Estás bien, Clarita? Me saludó levantando la mano derecha y haciendo el gestito de idea de Balá que yo le había enseñado. Se recostó en el fondo y con una sonrisa enorme me respondió: Sí, estoy perfecta pero habláme en voz baja porque hay demasiado eco. Lo logramos, Silvita, ahora ya soy como Jenny y no pienso salir más de la lámpara. Eso sí: No le podés contar a nadie que me escondí acá, Silvita. Prometémelo. No, las promesas en estos casos no me alcanzan. Mejor, jurámelo. Jurámelo por lo que más quieras en este mundo y sus alrededores. Juráme que no le vas a decir a mi papá que estoy acá.

Te lo juro, Clarita. Te lo juro por Balá, dije.

Lleváme a tu casa, lleváme con vos, Silvita. Sin decir nada, me fui y al llegar, devolví la tetera al lugar al que pertenecía, sin testigos y sin sospechas.

-- ¿Me estás escuchando, Silvita? Todos estamos muy preocupados por Clarita pero no estás colaborando. Sé perfectamente que ustedes salieron juntas el viernes, como cada día. Así que vas a tener que contarme todo lo que pasó, salvo que quieras que cite a tus padres. ¿Qué pasó el viernes, qué hicieron, Silvia?

 -- Nada, señorita Mirta. Nada. No hicimos nada. No pasó nada. No sé nada, respondió alzando la voz y con gesto desafiante. Nada.

Y eso fue todo lo que salió de boca de Silvita una y otra vez. 

Se los juro por Balá.       
                            
                           
Foto: JPáez.Cabinet des Maladies de Celeste Martínez


Agridulce por Juan Páez.
 

La herida de Clarita va de la mano de la protección que Silvita le proporciona. Una sombra que nubla la historia se instala en el orden de los recuerdos e impulsa la partida. En Te lo juro por Balá descubrimos un doble refugio: el primero en esa tetera devenida lámpara y luego en la escritura misma devenida silencio. La voz que narra calla frente a los demás personajes para confesarse directamente frente a los lectores. La voz que cuenta los sucesos alterna, por momentos, entre la primera y la tercera persona. 

Esta alternancia permite pensar que frente a los hechos dolorosos es imposible sostener todas las palabras con que buscamos el consuelo. Jurar es mucho más que prometer, lo saben. 

Y una de ellas jura, entre nombres de materias, canciones y programas infantiles, no develar nada de lo que ahora, como lectores, también sabemos. Es por esa complicidad que la confesión se expande y traspasa el papel. Con ella se construye un escondite en medio de esta historia agridulce.




[1] Roxana Cor es Profesora en Castellano, Literatura y Latín, egresada del prestigioso Instituto Superior del Profesorado “Dr. Joaquín V. González” de Argentina. Se desempeña en el nivel medio y universitario en Buenos Aires y como capacitadora  docente en el país y en el exterior. Actualmente cursa la Maestría en Ciencias del Lenguaje del I.S.P. y Untref.  


jueves, 12 de junio de 2014

Entrevista: Elena Bossi y María Teresa Andruetto

Escritura al cuadrado fue el nombre de la entrevista que, en 2013, realicé a Elena Bossi y a María Teresa Andruetto. El diálogo es mi forma favorita de la palabra. A continuación, comparto algunos fragmentos de la nota, no obstante al final de la entrada está el enlace para leer la entrevista completa (pág. 66 a 71). Esta fue publicada en la Revista Cultural Intravenosa, Jujuy, 2013.



Foto: Juana Luján.





Juan Páez: Angélica Gorodischer dice que cuando se trabaja y trabaja hasta las musas aparecen ¿Tienen un tiempo y un lugar para escribir?
Elena Bossi: Coincido con Angélica: mientras trabajo aparece la inspiración. La escritura no se produce solo cuando una está efectivamente sentada frente a la máquina. Se escribe, sobretodo, pensando. Vas por la calle,  nadás,  manejás, estás bajo la ducha: la cabeza trabaja, sigue su deriva y las ideas se van acomodando en alguna parte. Después, cuando te sentás, parece que alguien te dictara; pero tiene que ver con todo ese trabajo anterior y no con un milagro. En este sentido, escribo en todas partes y bajo cualquier circunstancia. Por otra parte, para sentarse a tipear y poder escuchar la voz que “dicta”, requiero de algunas condiciones: soledad, serenidad, cierto confort. Me ayuda mucho aislarme, viajar y estar lejos de toda posible interrupción. Pero es difícil tener las condiciones ideales. Aprovecho los fines de semana largos, las vacaciones.
Ma. Teresa Andruetto: Sí un lugar, una habitación en casa, con computadora fija. No un tiempo, lo del tiempo es siempre extraño para mí, se trata el de la escritura de un tiempo que nace, crece o se asfixia en medio de los tiempos dedicados a otras cosas, de la vida y a veces también de la literatura, pero no de la escritura misma.

JP: ¿Existe una diferencia entre escribir “para niños” y escribir “para adultos”?
MTA: Sólo encuentro diferencias en el caso de cuentos para lectores muy incipientes, muy pequeños. En cuanto al resto, es decir prácticamente todo lo que he publicado en colecciones infantiles, no encuentro diferencia. Mejor dicho, cada proyecto de escritura, cualquiera sea finalmente su destinatario, es diferente de otros que uno mismo ha llevado adelante, cada proyecto es único, particular, hecho de necesidades y situaciones azarosas.
EB: Si escribo conscientemente para un público joven, digamos, por ejemplo, por un encargo de una revista, entonces pienso en ese lector y me imagino a mí misma en esas edades. Por lo demás, no varía el proceso.

Del aparatado, Piedra libre para María Teresa Andruetto:
JP: Actualmente estás trabajando en la publicación de una colección llamada Narradoras Argentinas, obras de escritoras relevantes que permanecían inéditas, olvidadas o perdidas, ¿Qué significa este trabajo a nivel personal?
MTA: Es el trabajo y el placer de una lectora. Es también el intento y el deseo de inscribirme en una genealogía de escritoras. Hay tanto detrás de cada una de nosotras. Eugenio Montale dice Hacen falta muchos hombres para hacer a un hombre. Una podría decir esto mismo de la escritura y de las mujeres. Estamos hechas también de lo que hicieron las que vivieron (y/o escribieron) antes. Veo una correspondencia, vasos comunicantes, entre escribir Lengua Madre y co dirigir esa colección, creo que hay algo que une esos dos gestos.

Del aparatado, Piedra libre para Elena Bossi:

Foto: Simen Johan
JP: En un libro de escritos publicado por la Universidad del Litoral denominado Los otros realizas un estudio en torno a las posibilidades del otro y de lo otro. ¿La escritura nos vuelve otros, diferentes de nosotros mismos?
EB: Si uno busca crear una voz desde la cual hablar, significa que esa voz debe ser construida como parte de la actividad de la escritura. Entonces, si uno genera voces diferentes, uno es, en todas esas voces, otros. No estoy segura de que esos otros sean siempre diferentes de uno mismo. Creo que esos otros están contenidos en uno mismo. Posiblemente sea semejante al trabajo del actor: el actor busca ese otro que debe representar en sí mismo, en sus recuerdos, en su experiencia con los demás, así una escritora construye las voces, los personajes desde su propia interioridad pero en la interioridad se alojan, ya sabemos, legiones.

Publicada en Revista Cultural Intravenosa n° 13. Jujuy.
 



lunes, 2 de junio de 2014

Osvaldo Bossi en Formosa



El Fondo Nacional de las Artes abrió una convocatoria a becas para realizar un Taller de capacitación en poesía a cargo de Osvaldo Bossi. Para presentarse hay tiempo hasta el 5 de junio.










  

Osvaldo Bossi  nació en Ciudadela, provincia de Buenos Aires. Es poeta y narrador- Entre sus libros de poemas publicados se encuentran: Tres (1997), Fiel a una sombra (2001), El muchacho de los helados y otros poemas (2006), Ruego por el tornado (2006),Del Coyote al correcaminos (2007), Esto no puede seguir así (2010), Casa de viento, antología personal (2011) Y su novela Adoro (2009). Forma parte de diversas antologías de poesía argentina y latinoamericana. Colabora como crítico en distintos medios especializados. Desde hace años, se dedica a la escritura y a la coordinación de talleres. 



A continuación comparto una entrevista realizada por Pablo Moreno* para su blog 1 poeta 10 preguntas.
Disponible en https://sites.google.com/site/10preguntaspara1poeta/osvaldo-bossi

1-¿Dónde se encuentra el germen de tu creación?   /// quizás, si es por el origen:¿Cómo te involucraste, cómo caíste?  Y si es por el método:  imagen, contenido, experiencia, sonido;  qué gatilla el poema?

No se cuando comienza un poema.  Conozco el momento en que el poema aparece, pero cuando esto ocurre, bueno, digamos que ya es tarde, estoy atrapado en el vértigo de la escritura. Aunque antes, es cierto, cuando uno lo piensa, se da cuenta que hubieron  merodeos, borradores que aparentemente no conducían a nada pero que eran el germen de un poema futuro.  Después, no hay tiempo. Escribo casi al dictado, escuchando esa música que acarrea sentido, como decía Auden, sonido y sentido, todo al mismo a tiempo;  pero nunca puedo detectar con claridad el comienzo, sino sería maravilloso porque podría provocarlo a voluntad…  Es raro, porque se trata de una escena que se repite y que olvido, y que cada tanto (¡por suerte!) se vuelve a repetir.

2- Las influencias son necesarias e inevitables, a veces hasta deseables pero ¿cómo logra  liberarse de ellas? ¿Se es más libre cuando se han sacudido las influencias?

Las influencias son como puentes, revelaciones de algo que, de algún modo, ya estaba en nosotros. Las más fuertes, las más importantes, se dan (al menos en mi caso) en la juventud; ahí también se detectan enseguida.  Después, el tiempo, la pérdida de respeto a las instituciones literarias y la necesidad de escribir algo que tuviera que ver más  con uno mismo, con mis preocupaciones quiero decir, hicieron el resto. El lenguaje se fue acotando, es cierto, también los temas, pero adentro de esa jaula, paradójicamente, yo me siento más libre. Puedo escribir, o al menos intento escribir, lo que tengo ganas. Y eso, que parece tan simple, es acaso el mayor desafío para cualquier escritor.

3- Cree que la poesía actual hecha en Argentina es comparable a aquella de los años  vanguardistas construida en torno a la revista Martín Fierro, y sus grupos de Florida y Boedo?

Creo que sí, al menos en su deseo de construir una rivalidad que, en todo caso, se encuentra dentro y no afuera. Es una batalla entretenida y bastante pueril. Sirve para pasar el tiempo. Como los poetas no escribimos constantemente como lo hacen, uno se imagina, los novelistas, hay que inventarse algo todos los días. Revistas, polémicas, recitales de poesía, rivalidades literarias… Una verdadera contienda imaginaria, que - si no te la tomás en serio- no le hace mal a nadie. Lo que sí me preocupa, y observo con reprobación,  es el patoterismo literario, y toda forma de prepotencia. .  

4-¿Qué te parecen los mecanismos alternativos de difusión de las obras poéticas? que han sido alabados en igual medida que criticados///

Me parecen maravillosos. Un bosque virtual, donde hay de todo y algunas cosas valen la pena y otras no tanto. Yo me he sumado con lentitud. Llegué tarde a la máquina de escribir, tarde a mi primer computadora, y recién ahora tomé la iniciativa de armar un blog en donde incluir los poemas y los poetas que admiro. Tarde, pero seguro, como la estrella, decía Goethe…  Ahora no creo que lo abandone nunca más.
  
5- Cual  es el pacto que estableces con el lector? ¿Es populista hacerse entender?  el virtuosismo, es soberbia?

La verdadera lucha es con el lenguaje, y dentro del lenguaje, con la retórica, con las formas establecidas, pasadas, actuales  o venideras. Cuando leo a Sandro Penna indefectiblemente me siento artificioso, pero no importa, estoy en buen camino si elijo su poesía como meta.  Un lenguaje directo no tiene por qué ser simple, y hasta quizás ocurra todo lo contrario Lo cierto es que cada vez me aburren más las formas canonizadas. Admiro a poetas como Jattin, Ginsberg, Alda Merini… Es cierto que estaban bastante locos, pero bueno, no veo otra manera de escribir poesía que no sea corriendo ese riesgo.

6-¿Creés que el poeta, como tal, tiene un compromiso social particular, o más bien se trata de una sensibilidad más expuesta a los males de la sociedad?

El único compromiso de un poeta es, en última instancia, con la poesía que escribe. De ahí, si hace un buen trabajo, nacen los otros comprosimos, como un desprendimiento.. A la inversa -me parece- ocurriría una calamidad. Poemas que son consignas políticas, y consignas políticas que no llegan a ser poemas. Gelman, por ejemplo, me parece en este sentido un poeta extraordinario, pero no siempre se da esa luminosa coincidencia entre forma y contenido. La mayoría de las veces se nota la intención.

7- Hay varios lugares comunes: toda poesía es política, el subjetivo es político, etc. Cómo, según tú, se articularía lo político en literatura, desde el retrato. Desde la queja? Desde la disección de la realidad? 

Quizás la construcción de un sujeto, en estos tiempos donde la subjetividad es borrada olímpicamente, sea la verdadera intervención política. Pero es algo que no pienso en términos de escritura, sino de persona. Luego, supongo, esto se verá reflejado (o no) en lo que escribo. En mi caso, al menos, nunca es en contra de algo, sino a favor de eso que, de otra forma, se moriría. Cierta manera de estar en el mundo, cierto sentido del bien y del mal, y de la belleza, fuera y dentro de la literatura, si es que se puede hacer esta división. …  

8- Cuál fue el último libro de poesía  que leíste?

Los tres que te nombré más arriba. Ginsberg sobre todo, un verdadero descubrimiento. Tardío, por supuesto.  Frente a su concepto de lo sagrado, por ejemplo, todo lo demás me parece pedante y sin ningún atractivo, fuera de un interés especializado. Guinsberg y las coplas de Violeta Parra. Y los relámpagos de Sandro Penna.

9- Cómo te sitúas en el dilema arte premeditado  v/s arte no premeditado; mapa del poema v/s escritura sobre la carne caliente del asunto?

Escribo generalmente "sobre la carne caliente del asunto”, pero en frío. Como si estuviera afuera del acontecimiento, que es la única forma de escribir, por otra parte. Pero no necesito que pase mucho tiempo. Apenas el  objeto o el tema que suscitó el impulso poético  se convierte en poema, el primero desaparece y da lugar a otra cosa. No se puede estar vivo en dos lugares a la vez, decía Margaritte Durás, y creo sinceramente que es así. Un poco melancólíco, es cierto, pero la melancolía en un gran remedio, y de esto, creeme,  no tengo la menor duda.

10- Según tu criterio. Que poeta vivo que habría que releer en la actualidad?

No lo sé. Y si lo supiera, no le impondría  a nadie esa obligación. Cada poeta encuentra sus lectores, a la larga. ¿No lo decía Pessoa, o uno de sus heterónimos? Si son buenos, encontrarán la luz.

* Septiembre del 2011 


Ahora, comparto un poema de Osvaldo Bossi publicado en su libro Chicos malos.

A Facundo no le gusta dormir

A Facundo no le gusta dormir, 
dice que pierde tiempo y vida 
durmiendo, y se resiste 
a ser atrapado por las huestes del sueño, 
aunque venga el propio Morfeo, en persona 
y deposite sobre su mesita de luz 
un vaso de leche tibia. 

Yo lo acaricio entonces. 
Acaricio su inmensa espalda 
como si estuviera alisando 
uno por uno, los pliegues que se forman 
sobre las sábanas del mar. 

A veces 
él apoya su turbada cabeza 
sobre la almohada, cierra los ojos 
y deja que ese montón de agua traslúcida 
se lo lleve; pero enseguida se despierta 
y escucha, en lo oscuro 
el galope febril de esos fantasmas 
que lo tienen a maltraer. 

Aunque yo le cite 
aquellos versos famosos 
de Calderón de la Barca... 
Abre sus negros ojos 
atravesados por ochocientos relámpagos 
y vuelve a repetir, insistente, 
que él no quiere caer 
en ese pozo sin fondo 
que se devora los minutos. 
--Tiempo, hermoso tiempo, dice 
que no se puede recuperar, y no podremos nunca ¿te das cuenta? nunca 
recuperar... No importa si son las tres de la tarde 
o las cuatro de la mañana. 

Aunque yo me quede despierto 
a su lado, y le prometa guardar cada uno 
de esos diminutos relámpagos 
adentro de esta pequeña embarcación 
que algunos entendidos en literatura llaman poema, 
y es tonta poesía nada más: poesía 
como todo, o casi todo, deseo de amor. 

Pero no hay, no habrá nunca 
un poema que guarde lo inmenso, 
lo desolado que se vuelve este mundo 
cada vez que mi amigo 
cierra los ojos y se duerme. 

Cierra los ojos y se duerme 
en esta orilla vacía que es ahora mi cuarto 
(o cualquier otro cuarto) 
cada vez que Facundo se aleja. 

 






 






domingo, 4 de mayo de 2014

Homenaje a Néstor Groppa



Néstor Groppa: El retrato de una ciudad interior.  

Por Juan Páez

Tapa de libro. Foto: Juan Páez




Podríamos leer En el tiempo labrador (1966) de Néstor Groppa en clave de retratos: en primer lugar, el de la ciudad; luego el de sus personajes. Si bien se trata de Jujuy, en realidad, la ciudad de la que se nos cuenta podría ser cualquier otra, incluso una que no conozcamos, ya que puede tratarse de una reconstrucción, es decir, una readaptación interiorizada de esa ciudad que, en apariencia, compartimos. No obstante, entre sus páginas encontramos dos personajes, “La María” y “El tipógrafo”. Personajes-romances que, ubicados en la “Parte III”, transitan por las veredas de una ciudad de edificios octosílabos. 

“El tipógrafo” –remito a su lectura, uno de los ejemplares se conserva en la Biblioteca Popular de Jujuy-  es un homenaje: el poema comienza con una dedicatoria que reúne al ser y a su modo de estar en el mundo: “Para todos los que honraron esta noble artesanía”. Esa artesanía de la que se nos habla es el trabajo, pero también el oficio y la vocación. La voz lírica recupera, es decir, pone en valor la prefesión del tipógrafo en ese otro oficio que es la escritura.
Es curioso que este extenso romance comience con una estrofa en cursiva y se cierre con el mismo tipo de letra. Y es que el cuerpo del poema -además de ser un cuerpo fracturado- es un cuerpo tatuado; esas marcas tipográficas abren y cierran el poema, lo dotan de cierta circularidad, reabren el juego de la significación en la diagramación misma.
La voz nos habla de “un solitario cajista”, describe la “Leve la mano artesana”, esa mano remiten a “la caja”, esta al “cajista” y finalmente este al “oficio”. Así, leer el poema es leer el oficio:

Cuando el poeta concluye
una verdad de su signo,
manos obreras la toman
y por los llanos del libro
la aquietarán cual la lluvia
sosegada del rocío,
y será un brote del aire
que en el papel ha prendido,
mientras la luna del mundo,
lejano rumbo amarillo
tutelar sobre lo muerto
y lo que aún no ha surgido
donde el tiempo era de blanco
al tiempo lo ve florecido.

Existe un juego: a medida que el narrador nos cuenta, el poema avanza, se escribe, se construye. Las palabras “escritor”, “papel”, “libro” dan cuenta del proceso de elaboración de una obra, que justamente era la tarea del tipógrafo: componer los moldes que luego se utilizarían para las impresiones.
Dada la extensión del romance, por momentos pensamos que se trata de un poema en el cual se cuenta simplemente un proceso, pero no es así, en tanto el romance persigue la revalorización tanto del oficio como de aquellos quienes lo ejercen:

Así el romance que dejo
perenne como el olvido,
durará siendo homenaje
sincero y agradecido
por la mano y la tarea
de este que llamo amigo.

http://www.lacuartaplanta.com
La labor de los tipógrafos o “cajista” se remonta a los inicios de la imprenta. Estos siempre fueron considerados personas cultas, ya que este puesto requería de alguien con una buena formación gramatical y técnica. Esta profesión evolucionó con el tiempo, conforme lo fueron haciendo las técnicas tipográficas. Los primeros cajistas se dedicaron básicamente a componer líneas de texto para periódicos y libros. Posteriormente se especializaron en la remendería, que consistía en llevar a cabo trabajos de composición más compleja (trabajos comerciales, por ejemplo). Finalmente, su función principal fue la de ajustador o compaginador.
            Existe un detalle que unifica estas dos líneas que se desarrollan en el poema, por un lado, el homenaje y, por el otro, la narración en torno a la labor del tipógrafo. Ese detalle es la inclusión de una fecha, es el Día del periodista:

un suceso de prestigio:
el siete del mes de Junio
–mes que despueblan los fríos –
de mil ochocientos diez,
fue el semanario argentino
de Don Mariano Moreno
por primera vez leído…

El “suceso de prestigio” es la fundación de la “Gazeta de Buenos Ayres” llevada a cabo por Mariano Moreno, este fue el primer periódico de la etapa independista argentina “por primera vez leído” el 7 de junio de 1810. En esta oportunidad, el retrato es también el de una época.
Entre la realidad y la imaginación, el poeta brinda y se brinda a las palabras. Para nombrar, en ocasiones, es necesaria la intemperie. En este poemario, Néstor Groppa retrata esa intemperie a través de la recuperación de historias mínimas y para dibujarlas se vale de su oficio, la escritura. En este oportunidad, día en el cual sus lectores y personajes lo recordamos, de allí, este dibujo-homenaje a quien fuera un gran retratista. 


Publicado el domingo 18 de mayo de 2014 en la sección cultural el diario La Mañana. Formosa. 

 

sábado, 25 de enero de 2014

Entrevista a Pablo Baca


Ese claroscuro que todo lo inunda.


Foto: Juan Páez
Sobre el entrevistado: Pablo Baca nació en San Salvador de Jujuy en 1958. Es abogado y actualmente ejerce el cargo de diputado en la Legislatura de Jujuy. En 1983 ganó el Premio Bienal a la Producción Intelectual “Ricardo Jaime Freire” que otorga la Dirección de Cultura de la Provincia de Tucumán, con un jurado integrado por Cristina Piña, Jorge Vocos Lescano y Federico Peltzer. En 1987, obtuvo el Primer Premio en el Concurso de Poesía organizado por el Banco de Acción Social, con un jurado integrado por Néstor Groppa, Mario Busignani y Jorge Albarracín. Publicó Cuentos de la mujer y el solitario (poesía), Habitante del tiempo (novela), No esperar nada más de las estrellas (cuentos), He visto vivir (poesía), Al lado de clara que duerme (novela), Un relato ausente (poesía) y Escenas de la noche y el amanecer (cuentos). Fue incluido en diferentes antologías, por ejemplo, Microrrelatos en Jujuy. Ha publicado textos literarios y ensayos sobre temas políticos, jurídicos y culturales en diarios, revistas y libros.  



Revista Cultural Intravenosa - Jujuy
La producción literaria de Pablo Baca podría definirse por ese claroscuro que todo lo tiñe. Dicho contraste deja abierta la posibilidad de reflexionar acerca de las clasificaciones heredadas y de las oportunidades, que brinda la creación, para huir de esos moldes. El claroscuro, en este sentido, no se limita a la idea de una imagen difusa, sino que es más amplio y atiende a una cuestión de género literario: una narrativa que se poetiza y poemas que adquieren un carácter narrativo potencian un estilo signado por el desdoblamiento. Y es cuando el eco de una forma o el sabor de una melodía nos brindan, por breves momentos, un terreno firme donde ubicarnos y resistir a tanto movimiento. Estos textos, que se ubican a medio camino entre una luz absoluta y una profunda oscuridad, permiten interrogarnos acerca de las fronteras de un mundo donde todo acontece. Esta escritura, hecha de márgenes imprecisos, es habitada por una voz que avanza a paso lento, pero sin temor. Una voz que asienta la hierba, despeja el sendero y avanza, junto al lector, hasta llegar a esa otra orilla. En los textos de Baca, encontramos una mirada aguda y sensible que recupera los detalles con suma precisión y se los brinda al lector convertidos en escenas resguardadas tras la forma de un poema, un cuento o una novela. En suma, el claroscuro es una constante en la producción literaria de este autor: un elemento distintivo, una marca, que nos recuerda que siempre es posible iluminar un recuerdo hasta reconstruirlo –casi– por completo.  

Juan Páez: ¿Cómo empezó tu carrera literaria? ¿Cómo se da el diálogo entre el abogado y el escritor?

Pablo Baca: No creo que se pueda hablar de una “carrera literaria”. Lo que tengo es la voluntad de empezar algunos textos, que, a veces, da también lugar a una voluntad de terminarlos. Como si la imagen que había entrevisto al empezar hubiera luego durado y encontrado una historia y sus palabras. Y tengo también las lecturas de algunos amigos que me dan mucha alegría porque confirman un diálogo comprometido con la belleza. Y digo belleza a falta de algo mejor. Tal vez con una reminiscencia de Heidegger, como irrupción de la verdad, pero tampoco precisamente así porque sé que no se trata estrictamente de la verdad. Al menos no de la verdad como luz. Un diálogo, en todo caso, comprometido con la oscuridad. Y uso oscuridad como ha sido escrito en una tablilla de barro sumeria que se exhibe en el Museo Británico. Alguien, en esa tablilla, se dirigía a una diosa: la Diosa de la Oscuridad. Me maravilló el texto. Ahí se denominaba oscuridad –y no luz– a ese misterio en que consiste la existencia y la muerte y todo lo que somos. ¿Y cómo empezó este diálogo comprometido con la oscuridad, la escritura? En la adolescencia, por lo que recuerdo, leyendo historias de ciencia ficción. La historia en particular de alguien que avanza caminando por un lago en un planeta lejano y ve el rostro de una mujer mirándolo desde abajo del agua. Leí eso, no lo escribí. Pero después escribí la historia de un hombre que se iba vaciando, que inexorablemente tenía que ver con eso que había leído antes. Y por último, no hay ningún problema en el diálogo entre el abogado y el escritor o –ahora con más propiedad– entre el diputado y el escritor. Y dialogan bastante. Hay alguien que habita el mundo y participa de relaciones y reuniones, y otro que en ese recorrido se mantiene mudo y se va cargando de oscuridad –para seguir con la imagen–  y que en algún momento, más tarde o más temprano, quiere decir algo.

[Continúa]

Publicada en Revista Cultural Intravenosa n° 14. Jujuy-