miércoles, 19 de diciembre de 2012

Entre villancicos y obras pictóricas.



El pesebre es una representación escultórica que escenifica el Nacimiento del Niño Jesús. El 1° ó el 8° de diciembre, en los hogares donde se festeja la Navidad, suelen armarse estos pesebres para esperar el nacimiento del Divino Niño; sólo en algunos de ellos también se esperará la venida de otros niños, niñas y jóvenes que se acercarán para adorar. La música, que alimenta el ambiente de festividad, acompañará con sus melodías aquellos movimientos acompasados: 

“¡Huachito torito,
torito de corralito!
del árbol nació la rama
de la rama nació la flor
de la flor nació María
de María el Señor”[1]

El mundo maravilloso al que accedía por las lecturas me llevó a vivir la Navidad como algo mágico, sostiene Herminia Terrón de Bellomo en el prólogo a su libro “Al llegar la Nochebuena y otros villancicos cantados en Jujuy”, publicado en 2011 por Apóstrofe Ediciones. Esta obra, que reúne 80 versiones de villancicos, de diferentes informantes de varios puntos de la Provincia de Jujuy, es una recopilación dividida en 5 partes; este orden está guiado por la sucesión de los acontecimientos:

1-      La Anunciación.
2-      El Nacimiento.
3-      La Adoración.
4-      Los Reyes Magos.
5-      Otros Villancicos.

A continuación transcribimos un villancico, que corresponde al primer apartado La Anunciación; se trata de la versión 5:

La Virgen lavaba
la blanca mantilla
San José, la tiende
en las maravillas.[2]

Como podremos observar, cada una de estas subdivisiones incluye, luego del cuerpo de villancicos que lo integra, una breve reseña donde la autora realiza un comentario que ayuda a enriquecer la interpretación de los mismos. En este caso, Herminia Terrón de Bellomo, al referirse al villancico transcripto anteriormente, sostiene:
           
“El villancico que cierra esta secuencia es de gran delicadeza y belleza. Es un cuadro de paz y armonía que envuelve a San José y María”[3].

La relación, que surge entre imagen pictórica e imagen construida con palabras, es un rasgo distintivo de esta obra. 

 Pinceladas musicales:

“Es tan lindo el chiquito
Que más no puede ser,
Que su belleza copien,
El lápiz y el pincel”[4]
[Fragmento]

Esa “belleza” del cuadro, de la que se nos habla en la cita anterior, nos transforma en constantes espectadores y permite que establezcamos lazos con otra característica del libro, ya que se incluyen en él obras pictóricas de la artista plástica Lucía Inés Bautista. Las pinturas, que acompañan a los textos, logran una lectura interesante para ver cómo es que se brindan y sostienen.
 Desde esta perspectiva, el término imagen propone una distinción, en tanto se trate la imagen propia del cuadro, o bien se trate de aquella otra que se construye con palabras. Las obras pictóricas de Bautista en el interior del libro son dos: la primera la encontramos en La anunciación, y la segunda, en el apartado denominado Los Reyes Magos, pero a esta pintora también pertenece la obra de tapa.


No obstante, es necesario aclarar que también encontraremos algunos dibujos que pertenecen a la Nueva corónica y buen gobierno de Guamán Poma de Ayala y se encuentran ubicados en una reseña teórica que se realiza a propósito de los villancicos:

“Los villancicos son formas líricas de ancestral origen español. Eran formas populares de variadas temáticas, cantadas por los “villanos”, gente así llamada porque vivía en las “villas”[5].

Imágenes pictóricas e imágenes construidas por palabra narran las ausencias de aquella escenificación. Es interesante observar cómo las artes dialogan en este libro: la pintura, la literatura y la música entran en juego en apelación constante a nuestras percepciones. 

Sobre la selección:
El hecho de que los villancicos presenten una variedad temática supone, de parte del compilador, un criterio de selección. En este caso, Herminia Terrón de Bellomo tomó como eje de selección la historia que puede armarse, siguiendo un orden secuencial, de los villancicos cuando estos entran en contacto unos con otros:  

 “Los villancicos […] en su conjunto […]  conforman un relato, es decir, cuentan una historia en sus distintas secuencias”[6]


Recopilado por Herminia Terrón de Bellomo y un grupo de ayudantes, el proceso del libro corresponde a una etapa de investigación presentada en la Secretaria de Ciencia y Técnica de la Universidad Nacional de Jujuy. Producto de aquel proceso, ordenado y transdisciplinar, nació esta obra, que permite a sus lectores/espectadores escucharse tararear las melodías también de una infancia, donde guardamos, como tules de mariposas, los deseos de paz y felicidad.    


 
Publicado en "El oficio de la alquimia" Revista Digital Meta Arte N° 6 - Presente. 
Setiembre - 2012.
Visitá: www.metaarte.com.ar


[1] Terrón de Bellomo, H. (2011). Al llegar la Nochebuena y otros villancicos cantados en Jujuy. Apóstrofe Ediciones: San Salvador de Jujuy. [Fragmento]. Pág. 120.
[2] Ibidem. Pág. 29.
[3] Terrón de Bellomo. Pág. 30.
[4] Carrizo, Juan Alfonso. (2009). Canciones popular de Jujuy. Ediunju: San Salvador de Jujuy Pág. 138.
[5] Terrón de Bellomo. Pág. 15.
[6] Ibidem. Pág. 11.

María Negroni

María Negroni sostiene:

"cuando un libro es bueno, lo que a mí me produce es una sensación de infinito agradecimiento al autor o a la autora que me permite pensar de otra manera las cosas, salirme de la cárcel de lo convencional" 

sábado, 8 de diciembre de 2012

ómnibus

Publicado en música para aeropuertos. 2013, Editorial Intravenosa: Jujuy.



                                                         quien no ha llorado
                                                         en el asiento de un colectivo 
                                                         no podrá traducir esto que nos pasa
                                                         no sabe del paisaje
                                                         que también se marcha
                                                         por la ventanilla









                                                  
                                                
                                                 
                                                





viernes, 7 de diciembre de 2012

Silvia Hopenhayn

Su novela "Elecciones primarias" nos brinda la posibilidad de saborear los detalles de esas golosinas que todos, alguna vez, guardamos en un recodo de la memoria.

"Para mí es un vértigo", sostiene en esta entrevista realizada por Cristina Mucci. 


sábado, 1 de diciembre de 2012

Cotidiano.



                                                                  Sin ustedes
                                                                                              yo podría hablar con ella 
                                                                                                               Pablo Baca


Las calles de la ciudad están vacías. Sentada con una taza de café, que es la única compañía que tiene esta madrugada, ha dicidido transitar las calles de su propia memoria. Hace tiempo que lleva recorriendo esas veredas a las que todavía no se acostumbra y de las cuales aún no ha podido apropiarse por completo.

El aroma del café, que se sostiene en el vapor de agua, empaña los vidrios de sus lentes cuando acerca la taza para beber el café, que comienza a enfriarse. De niña quiso viajar, poder vivir en otras ciudades, ahora que lo recuerda ahí sentada, experimenta cierto alivio. Desde que salió del secundario y empezó la Universidad quiso abandonar aquella tierra que ahora, esta mañana vacía, extraña. Comenzó por establecer contactos con personas en el extranjero que la ayudaran, sin importarle quién pudiera hacerlo. La oreja de la taza está caliente, tal vez un poco más que el café, piensa. La deposita sobre la barra y nota que últimamente toma más café que de costumbre. El aroma le recuerda aquella otra ciudad, la que se quedó con sus propias ausencias: el padre que abandona el hogar y una madre que también lo hace todos los medio días. No hay más familia, lo que queda de ellos, en la taza de café, es la propia voz fingiendo la de quienes quiere y recuerda.  

Pregunta por el precio y busca en su bolso la billetera, es una cartera negra con hebillas de cuero y metal que compró apenas pudo instalarse. Duele acostumbrar el oído a esta otra lengua. Se para y se retira. El sol avanzó; ilumina los ventanales del edifico del frente, de forma que el reflejo que nace de estos ahora se asienta en las mesas. Toma un taxi. La Universidad es grande, cercada por césped en el que unos estudiantes se encuentran sentados en ronda. Con un papel en la mano, se acerca y les pregunta si alguno sabe dónde queda el curso que busca. Tomará los seminarios de literatura francesa y alemana, por lo menos hasta que descubra qué es lo que la tiene aquí: por qué está allá, tan lejos de lo que ella llamaba “su hogar”, qué la impulsa a permanecer en esta ciudad que la abraza expulsándola.

El departamento es chico y todavía permanece desacomodado: la ropa aún sobre las valijas, las perchas en el placard; las persianas casi cerradas y una pila de platos entre cajas de comida rápida. Deja caer su bolso en el sillón y su cuerpo en la silla frente al monitor. Lo enciende. Decidió escribirle a su madre,  hace días que no le manda novedades, y se da cuenta de que nunca hablaron, que sólo le escribe mails, que su madre no se molesta en contestar. Abre la cuenta y coloca la dirección de su madre en el destinatario; en el asunto “cotidiano”. Pasa al cuerpo del mail, la saluda y le cuenta que está bien, que se levanta temprano y que por lo general nota que está tomando más café; también se lo dice: le dice que cambió el seminario de literatura folclórica por los de francesa y alemana y que los dictan en otro edificio. Se anima y le pregunta cómo está ella, cómo va con su estado de salud, sabe que si se lo pregunta a lo mejor esta vez responda. No se despide con afecto, es una despedida más bien cordial que ella siente hasta un poco formal. Cada vez que pensó en su madre, en escribirle, la imagen de su padre se interponía; ese padre que abandona a la hija y a la madre; la madre que lo llora delante de la hija que se lo recuerda porque hay facciones en ellas que son de él. El padre corta la relación madre-hija, su imagen rompe la complicidad de la sangre.

Enviado el mail, vista la confirmación de la entrega, pasea la mirada por el departamento, no focaliza nada en particular, sólo mira el desorden del que siente casi orgullo. Y si se lo contara, si se lo dijera a su madre de una vez, si le confesara porqué la abandonó.

Las calles están vacías.


Sentada con un hombre, que es la única compañía que tiene esta madrugada, percibe que no son los únicos en el café. Del otro lado de la barra, donde se encuentran ubicados, otro hombre la observa como lo haría su madre si estuviera al tanto de toda esta situación. Otra vez la complicidad de la sangre que traiciona la sangre. Juega con el vapor del café, sopla y lo esparce, lo arremolina. Hablaron mucho esa mañana. Ahora ella teme regresar y contarle a su madre lo que sucedió, teme por la salud de su madre, por lo que de ella mira en ella misma.