jueves, 26 de abril de 2012

pinceles y palabras


Leído en el marco de la 7ma Feria del Libro - 2011. Presentación del libro "Cuentos y encuentros con 10 pintores argentinos" de Canela.  


Fotografía de la Feria del Libro


Pinturas, vitrales y frescos; mosaicos, esculturas, grabados, dibujos y murales. Con óleos o con témperas, con acuarelas o carbonillas, con lapicera azul y con palabras.  Dedicado a Gloria Rodrigué y a María Torres, este libro Cuentos y encuentros con 10 pintores argentinos abre sus puertas al público.

Canela, Gigliola Zecchin para sus poemas, logró conjugar la literatura y la plástica. Inspirada en cuadros famosos de artistas argentinos reconocidos, elaboró una serie de cuentos que se reúnen en este, su último libro.
En una conferencia reciente, Mónica Weiss cuenta que el primer ingrediente en los libros para chicos es la narración y que luego se los ilustra, por lo que los dibujos están en función de lo que fue escrito. El libro de Canela, tal como lo señala en una breve introducción denominada Los cuentos, supone un camino inverso en tanto que los cuentos nacen de esas imágenes, surgen de estas pinturas: Cándido López, Alfredo Gramajo Gutiérrez, Alejandro Xul Solar, Emilio Pettoruti, Fortunato Lacámera, Antonio Berni, Juan Battle Planas, Lidy Pratti, Jorge de la Vega y Benito Quinquela Martín constituyen la nómina de los artistas seleccionados.

Pinturas, cuentos, biografías y un glosario son las partes que conforman esta obra. La palabra “encuentro” le gusta mucho a Canela. En este caso, la imagen y la palabra no sólo se encuentran sino que también se brindan, se complementan y se sostienen.

"La naranja se pasea
de la sala al comedor…
Cándido la ve justo
cuando está por ponerse a pintar"

Naturaleza muerta de Cándido López inspira Te voy a hacer famosa, el primer cuento del libro. Cándido es un personaje, un pintor, que habla con una naranja “paseandera” a la que vuelve famosa; al dibujarla esta le sale “con ojitos y la sonrisa ladeada”; una naranja que porque se hizo famosa “anduvo por los museos”.

“En la mesa ya había peras, una sandía, duraznos, bananas y unas cuantas naranjas más. Envuelto en el aroma de las flores y los frutos, Cándido lo pintó todo con gran prolijidad”. La enumeración de las frutas nos abre el apetito y despierta nuestro deseo. Quien lee desea la sandía, las naranjas, los duraznos y siente el aroma que se desprende de las flores y de los frutos. Ocurre lo mismo en otro cuento denominado Con la panza llena, allí nos dicen que “hubo asado”. Lo podemos saborear, aunque ya se lo hayan comido en esta “fiesta de bautismo”. Hueso es un perro que sueña que baila con Manuela. De fondo escuchamos “Zamba… de mi esperanza… amanecida como un querer”. A la comida la acompañamos con buena música.
En Un mapa antiguo, cuento inspirado en la obra Contraluz de Emilio Pettorutti, los lectores saboreamos “el aire” que “tiene olor a sal”, y bebemos “el aire de la botella” que “está llena de tiempo”.

Aromas marinos o florales, el fragmento de una canción infantil o de una zamba e incluso el sabor de las frutas o del asado buscan involucrar al lector, sumergirlo en la historia. Así es posible entender que cuando miramos una pintura todos los sentidos se mezclan como lo hacen los colores sobre la paleta de un pintor.

El proceso de creación encuentra su punto de partida en el juego como nos lo cuenta su autora: “quizá porque estas imágenes son intensas y originales pude entrar en ellas y ponerme a jugar”.  Esa intensidad que excede al cuadro es la que permite su escritura. Tomo unas palabras de la novela Imposible equilibrio de Mempo Giardinelli: “no el cuadro sino la emoción de lo pintado. No la sinfonía sino la vibración que nos conmueve”. En el caso de la pintura, pienso que esa intensidad es la de la emoción mezclada con colores.
  
Miro los cuadros como recortes, fragmentos de algo más grande que los contiene. Esa fragmentación genera espacios de ausencias. Quien contempla una pintura es posible que ingrese a ella narrando esa ausencia, contando esa parte que falta. Los cuentos de Canela reflejan la mirada de un niño; sería como realmente miramos pinturas cuando somos niños, inventando historias para darle un sentido a lo que vemos allí. Por el contrario, las biografías plantean una mirada distinta a la de los cuentos: en las biografías miramos como grandes, por ejemplo, el cuadro de Lidy Pratti ya no es una ciudad en la luna cuyo césped es blanco, sino que son sólo 15 rectángulos iguales.

Esa intensidad del arte nos impulsa a decir algo para sobrellevarla; tanto sentimiento sobre una tela que es imposible no decir, no preguntar, es lo que le ocurre a Diego, el hijo de Santiago Kovadloff cuando frente al mar le dice a su padre: “Ayudame a mirar”.
Son todos cuentos cargados de los más diversos sentimientos: desde la soledad hasta la ternura.

Pienso en mí cuando era niño que vivía en un pueblo pequeño donde no había un museo. Pienso cómo me habría gustado tener un libro como este en mis manos.  



2 comentarios:

  1. Mil gracias Fernanda. Ayer se lo mandé a Canela. Le encantó!! Te cuento que voy a seguir investigando sobre su poética, así que espero contar con tus lecturas y observaciones :-)

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