domingo, 8 de abril de 2012

paisaje nocturno


                                  Los deseos se disfrazan. 
                                                         Lía Sosa

Viajaron juntos. Esta ciudad no sabe nada de ellos. Bailan. Salen a bailar. Confiesan su amor. Saben que viajan juntos porque es que lo que necesitan para sentir cierta estabilidad. Exiliarse por voluntad propia de una ciudad que los expulsaría.
No pueden fotografiarse juntos, sería un riesgo, pero Mauricio lleva de todas formas su cámara. Se lo repite, le dice que si la lleva que fotografíe lo que quiera, menos sus rostros, menos juntos. Juega con la cámara. Abre la ventanilla y dispara. No debe haber rastros.

Saben que tampoco pueden tomar nada de alcohol. Pueden besarse más, eso sí, por eso viajan.

Marina invita a Julia a casa; le dice que pueden avanzar con el trabajo que no deja de ser arduo.

– ¿Viajó? ¿solo?
– Un posgrado. Estará fuera el fin de semana. Regresa el lunes por la mañana.
– Ah… ¿hay algo… que me quieras decir?

Mauricio duerme tranquilo. Es una de las pocas veces en que la noche no le genera intranquilidad. Le escribió un poema:

ella piensa que él ya debería tocarla
él al otro lado de la puerta 
se toca

por breves momentos 
piensa en que debería tocarla 
otra vez, como siempre
antes de que ella lo descubra todo

En el peregrinarse, las sábanas se deslizarán como la noche misma. Serán todas sus despedidas juntas en un solo gesto. 

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